Jueves, 21 de Noviembre del 2024

Los Malditos

Malditos : La vez que el «Divo de Juárez» estuvo a punto de morir por un beso

Gilberto Rodríguez Orejuela nació en 1939 y fue uno de los narcotraficantes más influyentes de la historia colombiana entre finales de los años setenta y finales de los noventa. Apodado “El Ajedrecista” por su ingeniosa astucia al estar casi siempre un paso por delante de los demás, y su habilidad para no ser atrapado por cárteles rivales o fuerzas policiales.

 

Fue el fundador del Cartel de Cali, junto con su hermano menor Miguel Rodríguez Orejuela, José Santacruz y Hélmer Herrera. En la época del auge del cartel de Cali, controlaban el 80% de las exportaciones de cocaína de Colombia a Estados Unidos.

 

En el pasado era visto como un importante empresario, buen negociante e influyente. Tuvo en su poder un gran emporio y se daba el lujo de organizar fiestas con los artistas internacionales más importantes. En una de aquellas fiestas contrató al cantante y compositor mexicano Juan Gabriel, para su cumpleaños 50 en Cali, Colombia.

 

En la fiesta, un líder del cártel de Cali, José “Chepe” Santacruz, decidió jugarle una broma a Gilberto Rodríguez Orejuela y acordó con Juanga, que al terminar de cantar “hasta que te conocí” le diera una sorpresa. Mientras cantaba esa canción, le colocó una mano en el hombro, tomó aire y terminó de cantar esa canción, y cuando la sala se cubría de sonoros aplausos, incluidos los de “El Ajedrecista”, Juan Gabriel se agachó y le dio un beso en la boca.

 

Gilberto Rodríguez Orejuela reaccionó de forma agresiva y le gritó a Juan Gabriel ¡¿Qué haces?, ¿Qué te pasa? Desfundó su pistola y a punto estuvo de disparar contra el cantante, pero Chepe Santacruz, se metió en la discusión y varios asistentes se interpusieron en su camino y lograron distraerlo para sacar a Juan Gabriel, quien, al notar lo que ocurría, pidió que lo llevaran de inmediato al aeropuerto. Horas más tarde, el capo comprendió que fue una broma, y logró relajarse evitando alguna enemistad contra el cantante mexicano.

 

Luego de esta vida de lujos y excesos, la DEA puso en el radar al Cártel de Cali, y se convirtió en el nuevo objetivo a desmantelar, pero a diferencia del extinto cártel de Medellín con un Pablo Escobar violento, ahora se trataba de un juego de inteligencia y estrategia. Así nació el grupo encubierto conocido como “los Yuppies”, encabezado por el coronel Carlos Barragán. Lo primero fue recolección de datos, teléfonos, cartas, caletas, gustos personales, tipos de mujeres con las que se relacionaban los capos y, después, muchos seguimientos y allanamientos.

 

Aunque los Yuppies sentían que estrechaban el cerco, en algún punto Gilberto Rodríguez se les perdía del mapa. Al menos tres veces perdieron el rastro cuando iban a capturarlo. Hasta que una de las mujeres encubiertas que seguía al Flaco percibió el olor de la loción que usaba el personaje y recobraron la pista del lugar donde se ocultaba el capo: una casa de dos pisos.

 

El sábado 5 de agosto de 1995 llegó la revancha. Milímetro a milímetro revisaron muros falsos o compartimentos ocultos en los que se escondían con pipetas de oxígeno. Hasta que detrás de un armario, agachado y con tres pistolas, cayó “El Ajedrecista”.  “Soy un hombre de paz. General, yo soy Gilberto. Ustedes ganaron”. A las 4:30 de la mañana, un grupo de asalto lo sorprendió en calzoncillos y a punto de entrar a su caleta.

 

La Justicia colombiana condenó al Ajedrecista a 12 años de cárcel, pero solo pagó siete. Quedó libre tras una polémica decisión de un juez, que le rebajó la pena por buena conducta. Pero meses después lo capturaron de nuevo y lo extraditaron a Estados Unidos, donde enfrentó un juicio por el envío de cientos de kilos de cocaína. Así se convirtió en un trofeo de la DEA.

De la imagen de criminal todopoderoso que sobrevivió a una guerra con Pablo Escobar hoy no queda ni la sombra. Ahora es un anciano “extremadamente frágil”, que tiene que usar caminador y que, continuamente, sale de su celda a la enfermería de la prisión en Estados Unidos. Hace unos meses, pidió regresar a Colombia para morir en su tierra, cuando se dio cuenta que se había contagiado de COVID, pero le fue negado el permiso y se recuperó, para continuar con su pena en la prisión.