Jueves, 21 de Noviembre del 2024

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Indicios: La macabra historia del «asesino arcoíris»

Hubo un tiempo que la Ciudad de México entró en un gran terror, pues de la nada comenzaron a dejar bolsas negras sobre las calles, pero ¿Qué había en ellas? Muy fácil, en el interior de las bolsas había hombres muertos, todos tenían algo en común, eran homosexuales… y el responsable de estos actos fue Raúl Osiel Marroquín, mejor conocido como “El Sádico” o “Asesino del Arcoíris”.

Raúl era un ex sargento del Ejercito Mexicano y originario de Tamaulipas, tenía la edad de 25 años de edad, alto, delgado y tenía una mirada muy penetrante. Hijo de un padre muy estricto y violento, además, odiaba a los homosexuales, mismo sentimiento que sembró en Raúl Osiel y conforme creció, arraigó la ideología que los hombres gays eres un mal a la sociedad.

El ingresó al ejercito terminando el bachillerato y ahí curso un año la carrera médico militar y logró ser sargento primero de sanidad, pero 4 años después de dio de baja del ejercito, pero no salió con los mejores ánimos, ni actitudes; el desarrolló comportamientos muy violentos acompañados de ataques de ira. Buscó trabajo, pero al ser un desertor tuvo demasiadas complicaciones y al no encontrar nada se dedicó al robo con violencia, pero no le fue bien pues fue detenido y un año tres meses después fue liberado.

Tras salir de la cárcel decidió irse a la Ciudad de México y comenzó a frecuentar mucho la famosa Zona Rosa, lugar conocido por su vida nocturna, se puede encontrar cafés, restaurantes discotecas, pero sobre todo ese lugar es frecuentado por hombres homosexuales y a Raúl Osiel se le acercaban para invitarlo a salir, pero un día, planeó algo muy terrorífico, tras todo ese enojo reprimido decidió convertirse en asesino y tendría un cómplice, Juan Enrique Madrid conocido de muchos años.

Su modus operandi era el siguiente: El sádico acudía a bares o antros y coqueteaba con hombres, bebían, platicaban y al finalizar acudían a su casa, esto para privarlos de su libertad; ahí los sometía de diferentes maneras, a unos los ataba con cinta, a otros con lazos, pero a todos los asfixiaba o estrangulaba.

Una vez que se encontraban inmovilizados les pedía sus datos personales, ya obtenidos hablaba con las familias para pedir rescate y dejarlos en libertad, pero todo era mentira, su intención nunca fue liberarlos, pues pagaran o no la cantidad requerida los mataba; los mutilaba y esparcía el cadáver en diferentes partes de  la ciudad.

Incluso, destacó que a una de las víctimas le arrancó la piel de la frente con una navaja, para realizarle una figura de estrella.

En una de las declaraciones que el asesino del arcoíris dijo que no se sentía mal de lo que hizo, pues nunca pensó en ellos, es más, confesó que le hizo un bien a la sociedad al matarlos y enfatizó que una de las victimas era portadora de VIH y que de cierta manera ayudó a no propagar el virus.

El pensaba que sus actos tenían justificación moral y pensaba que ante la sociedad eran actos de menor impacto.

Dentro de sus homicidios se encuentra la de un empleado de un televisora y un empleado de un bar.

Al momento se encuentra en el Penitenciaria Varonil de Santa Martha Acatitla por ser al menos seis secuestros y de cuatro asesinatos a personas de la comunidad LGBT+.