Modus Operandi: La Masacre de Allende
El 18 de marzo de 2011, será recordado por los habitantes de Allende, un municipio fronterizo de Coahuila ubicado a 40 kilómetros de la frontera con Texas, como el día más violento y sangriento de su historia. Ese día, un convoy de camionetas repletas de sicarios del cártel de los Zetas, ingresaron al pueblo buscando venganza, secuestrando y asesinando a por lo menos 300 habitantes.
Ante un Estado ausente e incapaz de proteger a la población, en una fallida guerra contra el narcotráfico iniciada por el entonces presidente Felipe Calderón, el crimen organizado se apoderó de Allende, con el apoyo de la policía municipal, para destruir casas, quemar vehículos y asesinar a mujeres, hombres y niños con total impunidad.
A 10 años de esta masacre, todavía yacen en ruinas casas, ranchos y comercios que fueron destruidos por la furia del narco, y el recuerdo de familias enteras que desaparecieron. Todo inició por un operativo que implementó la DEA luego de una detención importante en Texas, de un camión con 800 mil dólares en efectivo, escondidos en un tanque de gasolina. El conductor dijo trabajar para un tipo llamado “El Diablo”.
El agente Richard Martínez de la DEA, descubrió que se trataba de José Vazquez, originario de Dallas y que trabajaba para el cártel de los Zetas, y se dedicaba a trasladar drogas, armamento y dinero. Vazquez escapó hacia Allende para buscar protección en el cártel, y la DEA capturó a su madre y esposa para presionarlo a entregarse y darles información, que ayudara a la captura de las cabezas del cártel.
Fue entonces que José Vázquez alias “El Diablo” negoció con la DEA la liberación de su madre y esposa, a cambio de información y entrar al programa de testigos protegidos. El objetivo de la DEA fue la captura de los dos jefes del cártel, Miguel Ángel Treviño conocido como Z-40, y Omar, su hermano, el Z-42.
El Z40 y Z42 encargaban a su lugarteniente Mario Alfonso “Poncho” Cuéllar, les diera celulares nuevos cada mes, y Cuéllar le asignó la tarea de comprar teléfonos nuevos a su mano derecha, Héctor Moreno, quién iba a realizar la entrega mensual a un rancho a las afueras de Allende. “El Diablo” convenció a Héctor de proporcionarle los números PIN de los teléfonos BlackBerry, a cambio de la liberación de su hermano, que era el chofer detenido en Dallas con los 800 mil dólares en efectivo.
José Vázquez “El Diablo” pidió a su abogado en Dallas representar a Gilberto, hermano de Héctor Moreno, y negoció con la DEA darle la información de los celulares, entregarse e ingresar al programa de testigos. Llegado el momento, hicieron entrega de los números PIN a la DEA, y altos mandos decidieron compartir la información a altos funcionarios de la Policía Federal de México, quienes a su vez, filtraron la información a los Zetas.
Fue así que los hermanos Treviño planearon la venganza contra los delatores, sus familias y todos los que tuvieran vínculo con ellos. En la lista estaba el “Poncho” Cuellar, “El Diablo” y sospecharon de José Luis «La Güiche»Garza, un miembro del cartel de rango relativamente bajo, pero miembro de una importante familia en Allende, dedicada a la ganadería y minería de carbón.
El viernes 18 de marzo, comenzó la invasión en Allende y los primeros ataques fueron contra los ranchos de la familia Garza. Los sicarios secuestraron a todos a su paso y usaron un rancho para asesinar y quemar los cuerpos. A la mañana siguiente, los Zetas usaron maquinaria para destruir propiedades en el pueblo, e incitar al saqueo de ranchos, oficinas de gobierno y casas en zonas residenciales.
Para el domingo 20 de marzo, el pueblo amaneció en llamas sin que una sola autoridad se presentara a ayudar. La policía era controlada por el crimen organizado y las autoridades federales ni sus luces. Todo aquel que circulara en el pueblo, era raptado y llevado al rancho para ser asesinado.
La cifra oficial de muertos fue de 28, pero organizaciones sociales documentaron más de 300 personas desaparecidas. De la familia Garza solo hubo dos sobrevivientes, una niña de 5 años y un niño de 3, que fueron abandonados en una casa hogar de Piedras Negras, y ahora viven con sus parientes en Estados Unidos. A la fecha, las investigaciones oficiales no ha presentado resultados de ADN concluyentes, ni la cantidad real de los muertos y desaparecidos.
Miguel Ángel Treviño, el Z-40, fue detenido en 2013 y espera su extradición a los Estados Unidos; Omar Treviño, el Z-42, fue aprehendido en 2015 y condenado a 18 años de prisión, y a pesar que el dominio de los Zetas en Coahuila ha disminuido, los pobladores de Allende, viven con miedo y las cicatrices emocionales de la violencia vinculada al crimen organizado, y temen que los cárteles puedan repetir la masacre.